Día 1
Algo que me resulta una pérdida de tiempo es que me manden trabajitos literarios similares a este. Todo lo que he dedicado a acabarlo, podría haber sido destinado a otras cosas que debo hacer. Supongo que para todo el que no está acostumbrado a escribir, y que tiene ciertas deficiencias en su redacción, puede parecer aburrido, pero a la larga, le será útil. En mi caso, llevo escribiendo desde pequeña. Mi abuela aún conserva un cuento ilustrado que me inventé cuando aún era una mocosa que recién escribía con buena letra. A partir de entonces he escrito por afición. Y dicha afición me ha hecho tomar decisiones importantes, que después resultarían equivocadas. Conservo una carpeta repleta de papeles con historias, unas mejores que otras, pero que muestran el desarrollo de mi escritura a lo largo de mi vida. Nadie me obligó a escribirlas, y disfruté imaginando escenarios y personajes. Desde que entré en la universidad, sin embargo, he escrito menos, de hecho, ya apenas escribo nada porque estoy demasiado saturada con las dos carreras y el trabajo dando clases. Además, considero que he perdido originalidad. Cuando se me ocurre una buena idea, nunca tengo tiempo de ponerla por escrito, ya que siempre he de terminar otras tareas antes. Tareas como esta. Escribir por obligación.
A parte, hay una serie de condiciones que cumplir. Una de ellas, la voy a acabar cuanto antes, para no tener que volver a pensar en ella. Los adjetivos que hagan referencia a los sentidos. Déjame pensar… En Nochebuena comí un sabroso asado. Uno. Pasé por una calle en Madrid donde los borrachines debían haber orinado, ya que el olor era hediondo. Dos. El brillante sol me cierra los ojos al mirarlo fijamente. Tres. Los agudos gritos de las vecinas del piso de abajo, me despertaron de madrugada. Cuatro. El examinador del práctico de conducir ponía una voz grave cada vez que cometía un error. Cinco. Las uñas de porcelana que me puse antes de Navidades tienen el tacto suave. Seis. No me gusta demasiado el zumo de naranja, y menos cuando está ácido, lo prefiero dulce, con bien de azúcar. Siete y ocho. La tela de la bufanda es un tanto áspera, espero que con el uso pierda un poco su aspereza. Nueve.
Me está dando sueño sólo de pensar en el décimo adjetivo. Quizá sea porque hace poco he comido y es tiempo de una siestecita. O tal vez se deba a que todo esto me resulta aburrido y cuando algo me aburre (ocurre a menudo en tiempo de estudio) los ojos se me van cerrando sin que pueda hacer nada para evitarlo. Espera, espera, creo que me está viniendo a la mente… Mi visión sin gafas o lentillas es bastante escasa, porque soy miope desde los doce años. Diez.
Doy el día por terminado.
Día 2
He estado esperando con ansias la Ley Antitabaco , porque durante toda mi vida he tenido que aguantar el humo en bares, restaurantes, discotecas, en todo lugar público, donde antes se permitía fumar. Fumar en cualquier sitio estaba tan normalizado en España, que para muchos, la nueva Ley, e incluso la anterior, no les parecía justa. ¿Justa para quién? Que estemos acostumbrados a una cosa, no quiere decir que sea buena. Los no fumadores no podíamos quejarnos, las cosas eran así, y así debíamos aguantarlas. Si respirábamos humo y después de salir de un establecimiento apestábamos a tabaco era algo totalmente normal. Antes los fumadores nos obligaban a fumar con ellos, tenían el control de la situación, y los fumadores pasivos nos debíamos resignar ante su dictadura tabaquera. Ahora las cosas han cambiado, pero, ¿ellos sí pueden sublevarse? Después de tantos años aguantando su humo, por fin, los gobiernos deciden favorecer a los ambientes saludables, a la salud de sus gobernados. Quien diga que la ley anterior ya era suficientemente restrictiva, lo siento, pero no puedo estar a favor. La mayoría de mis amigos fuman, y estar con ellos suponía tener que fumar con ellos. A cualquier sitio al que fuera, debía fumar con ellos. No me echaban el humo a la cara, y tampoco querían molestarme, pero aún así, seguía fumando con ellos. El control de los fumadores al que hemos sido sometidos todos los que no queríamos fumar ha terminado, ahora somos nosotros los que tenemos el control, se nos ha hecho caso, sólo que nosotros no perjudicamos la salud de los fumadores, y ellos sí perjudicaban la nuestra. Si me he lavado el pelo, tengo la ropa limpia y huelo bien, ¿por qué tiene eso que desaparecer cuando entro a un bar? Quiero seguir oliendo bien después de salir de allí. No quiero entrar en una discoteca y respirar humo, ni oler a tabaco, y tampoco quiero enfadarme con mis amigos porque fumen a mi lado, y tener que callarme porque no hay solución para ello. No quiero aguantarme más. No quiero que me duela la garganta por tragarme el humo de los demás. ¿Acaso es malo?
Día 3
Y, ¿qué ocurre si evito escribir con restricciones? Bueno, de todos modos, no tengo que escribir mucho, ¿no? Puedo decir que no me ocurrió ningún suceso digno de ser escrito y termino. Lo cierto es que es el momento de leer un poco los recursos estilísticos esos, es lo que peor llevo, creo, por lo que he decidido poner fin. This is the end.
Día 4
Dejando atrás las limitaciones, ahora estoy obligada a relatar las tres mejores cosas y las tres peores que me han pasado a lo largo del año. Dicen que es más fácil recordar lo malo que lo bueno, que se recordarán antes los momentos vergonzosos del pasado que los felices. Si me pongo a rememorar, es verdad que recuerdo bastantes ocasiones vergonzosas y menos las positivas. Pero durante este año, no puedo recordar nada especialmente malo. Tendré que hacer memoria. Empezaré con algo bueno. Quizá lo escriba todo de manera desordenada, depende de lo que se me ocurra primero:
1.- Lo mejor del año, sin duda, han sido mis prácticas en Inglaterra, por eso espero con ganas los dos meses de este año, que también pasaré en el extranjero, sólo que un “poquito” más lejos.
2. – Un momento malo… Puede que este verano, a finales de agosto. Tuve que ir al entierro de un pariente lejano. Apenas le conocía, pero como mis padres estaban de vacaciones tuve que ir yo con mi abuela a hacer acto de presencia y dar el pésame. En ocasiones así, siempre me siento incómoda. Yo no siento el dolor que las personas que me rodean, que sí han conocido al difunto, y no sé qué hacer o qué decir.
3. – En las vacaciones de verano, en julio, tuve momentos muy felices. Primero fui con unos amigos a la playa, y después con mis tíos y mis primos a Marbella, donde estuve el resto del mes. Me lo pasé genial, y no me importaría repetir cada verano.
4. – Otro buen momento fue sacar una Matricula de Honor por primera vez en mi vida. Nunca había sacado una, ni tampoco lo había intentado, a mí siempre me ha valido con aprobar, porque no es que me rompa los codos por estudiar.
5. – Supongo que otro mal momento fue empezar a darme cuenta de la progresión que está teniendo la enfermedad de mi abuelo. Le diagnosticaron Alzheimer hace un año, y está empezando a olvidar cosas, al igual que cada vez pierde más agilidad mental.
6. – Desde que entré en la veintena, cumplir años siempre ha sido un dolor de cabeza. Cada año que pasa me parece que podría haber hecho algo más, por eso, normalmente las Navidades son las peores vacaciones para mí, los últimos días del año, se me hacen deprimentes. Un año nuevo supone que seré un año más vieja. Entonces, siempre miro al pasado, y me pregunto a mí misma: ¿He malgastado el tiempo? ¿Tomé el camino adecuado? ¿Debería haber hecho esto en vez de lo otro? Todas esas preguntas se me agolpan a finales de diciembre y me entra una ansiedad irremediable. Cuando llega enero, mis pensamientos se calman, me sereno, y me digo: “¿Qué otra cosa más puedo hacer sino seguir adelante?”
Día 5
¿Tres cosas que me gustaría que ocurrieran? Primero encontrar un trabajo de profesora que me permitiese viajar por todo el mundo y que a la vez, tuviese un salario elevado. Después, conseguir encontrar una pareja estable, si es posible, aquel chico que me gustaba tanto y hace años que no veo. Y por último… ¡La paz en el mundo! No, no… No estoy en un certamen de belleza. No quiere decir que no lo desee, pero no soy tan altruista como para gastar mi último deseo en algo tan sumamente difícil. Como soy algo egoísta pediría no envejecer, pero eso es imposible, así que seré más realista. Espero que mis prácticas de dos meses este año, sean mejores, si cabe, que las del año pasado. Ah, y no estaría mal que en unos años pueda publicar un libro.
¿Puedo dar por terminado ya todo esto?