El último capítulo de mi viaje. Sí, llegó la última semana de mi viaje a Nueva Zelanda. No tenía ningunas ganas de que acabase. Aparte de la escasez de comida, de todo el arroz que he ingerido, etcétera, mi colegio, mis niños, y todo lo que he visto y conocido me ha encantado de tal manera que no quería regresar. Ahora, ya en Madrid, me siento algo extraña, como si hubiese dejado una parte de mí en ese remoto lugar. Aunque espero irme recuperando a medida que pase el tiempo, ha dejado una huella que no se borrará nunca.
Pero, dejando aparte la nostalgia, comentaré nuestra última semana allí. Fue toda una aventura. En primer lugar, alquilamos una caravana para viajar alrededor de la Isla del Sur, sin necesidad de alquilar un coche o furgoneta, y después dormir en albergues. Pensamos que la caravana sería más barata, pero también costó lo suyo. Íbamos ocho personas en una caravana de seis, imaginaos. En realidad, la caravana era bastante grande y cabíamos todos. El problema, o mejor dicho, el Gran Problema, era el baño. No podíamos utilizar el baño salvo para emergencias, y de duchas nada, por supuesto. Así que cada vez que parábamos o llegábamos a una gasolinera había que aprovechar, ya me entendéis. Suena cómico, pero para la gente que no está acostumbrada a la suciedad extrema, no se lo recomiendo. Yo, después de esto, he averiguado que me habitúo a casi todo.
Ahora comenzaré con lo bueno. Nos montamos en un ferry desde Wellington para Picton, en la Isla del Sur y allí cogimos la caravana. Después de unas cuantas fotos y demás (algunos incluso entraron a ver un museo de un barco viejo), arrancamos nuestra “casita” y hacia Kaikoura. Kaikoura es un lugar precioso, donde cuatro de nosotros nadamos con delfines salvajes, embutidos en trajes de neopreno. ¡He nadado con delfines en el Pacífico! Y el agua, he de decir, estaba congelada. Congelada es poco… Pero el momento lo vale. Cuando todos esos delfines pasan a tu lado, te rozan, te aletean… El segundo día del viaje lo pasamos allí. Los paisajes eran amazing, y paseamos por pastos, nos rodeamos de terneritos juguetones, vimos a un solitario pingüinito de tierra, y también focas… Es una visita que no te puedes saltar si vas a la Isla del Sur.
Lo peor del viaje fue conducir tantas horas seguidas. Yo no conduje, pero los tres que lo hicieron tuvieron que soportar muchas horas al volante, mientras algunos de nosotros dormíamos o descansábamos del día.
La siguiente parada fue Christchurch, la ciudad del terremoto. En nuestro itinerario no teníamos pensado pasar por Christchurch, pero al final no nos quedó otra que dormir allí. Por la mañana vimos casas derruidas, zonas por las que no podíamos pasar, edificios en construcción, carreteras agrietadas… Pero no conseguimos ver mucho más. La ciudad más grande de la Isla del Sur, necesitará de un tiempo para volver a lo que era.
CONTINUARÁ…
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