miércoles, 30 de marzo de 2011

Capítulo 3: ¡¡Fin de semana con Bungy Jumping!!

Cada fin de semana vamos conociendo más y más sobre Nueva Zelanda. Al principio salíamos por Wellington, los demás más que yo a causa del dinero. ¿Cómo es que una cerveza puede costar 6,50, 7 u 8 dólares? Pero eso no es mucho. Un chupito puede llegar a costar 7 dólares. ¡Un chupito! Aquí el alcohol está algo caro, como la mayoría de las cosas. Coger el “búho”, o el típico autobús nocturno, a las tres de la mañana cuesta 10 dólares como poco. Eso me ha limitado bastante para las salidas nocturnas, pero aún así me lo he pasado bien, sobre todos en las excursiones.


Hace dos fines de semana fuimos al lago Taupo y a Rotorua. En el lago Taupo nos bañamos en aguas termales durante 4 horas (no nos queríamos salir de allí), paseamos en barco alrededor del lago, e hicimos bungy jumping. Para quien necesite traducción, es algo así como a lo que nosotros llamamos puenting con cuerda elástica. En realidad yo quería hacer sky diving (saltar con paracaídas desde un avión), pero era más caro y los demás preferían hacer el bungy, así que al final nos tiramos desde el puente. Es algo que recomiendo. No os acobardáis, porque no es para tanto, y vale el momento. De todas formas, dentro de dos semanas iremos a la isla del sur y también podemos hacer sky diving allí, porque me quedé con las ganas. En Rotorua vimos a unos cuantos maoris bailando, un géiser, y aguas volcánicas que olían a podrido por el azufre. Os dejo unas fotos del lugar y de los maoris.




El fin de semana pasado fuimos a ver una colonia de focas. Las focas estaban al lado de la carretera y nos podíamos acercar a ellas todo lo que nos dejaban (mientras no se cabrearan…). Cuando bostezaban nos mostraban los dientacos llenos de sangre. También fuimos a ver Rivendell, la ciudad élfica de El Señor de los Anillos. No es más que un parque, pero vale la pena visitarlo e imaginarte parte del reparto de la película. Os dejo unas fotos. ¿Recordáis la parte de la película donde atraviesan un río con los caballos mientras les persiguen? Ahí estuve yo.


No puedo creer que sólo me falten dos semanas y media para volver a España. Todo ha pasado tan rápido que ni me he dado cuenta. Me gustaría quedarme un poco más, trabajando en el colegio, con mis niños, conociendo más gente y más lugares, y por supuesto, mejorando mi inglés. Quizá no vuelva más, y siento que me he perdido muchos lugares que ver. Como Auckland, la ciudad más grande de Nueva Zelanda, pero no entra en los planes, no nos da tiempo a verla, es una pena.

Ya os contaré más cosas en el próximo capítulo. ¡¡Saludos desde Lower Hutt!! (Es el barrio chungo donde vivimos, jajaja).

domingo, 27 de marzo de 2011

Capítulo 2: ¡Quiero jamón serrano!

Han pasado cerca de dos semanas desde que escribí el primer capítulo de mi viaje a Nueva Zelanda, siento el retraso, pero esto es un no parar. Después de las dos primeras semanas de curso de inglés entre asiáticos y otras culturas, por fin empezamos las prácticas en el colegio. En realidad me hubiese gustado que el curso de inglés continuara, pero iba a ser difícil compaginar ambos horarios. Allí conocimos a unas cuantas japonesas que aún salen con nosotros de vez en cuando. Y en las dos primeras semanas tuvo lugar el terremoto de Christchurch. En realidad nosotros no nos enteramos de nada hasta mucho después. Ocurrió en la isla del sur y nosotros estamos en la del norte. No supimos del grado de la catástrofe hasta que empezamos a recibir llamadas de la familia, emails, etc. Mi familia filipina alojó a dos familias más de Christchurch. Había tanta gente en mi casa que ya no sabía donde meterme. Lo peor fue tener que compartir el único baño de la casa. Pero, por lo demás, no lo noté mucho.

También, en esas dos primeras semanas, los demás fueron a un casting de elfos para El Hobbit, la nueva película del director de El Señor de los Anillos. Tenías que medir 1,75 si eras chica, y 1,90 si eras chico, para que te cogieran. Obviamente a mí no me iban a coger a menos que fuera un hobbit, y el casting de estos ya se había hecho unas semanas atrás, así que decidí no ir. Ninguno de los demás fue elegido, salvo mi alta y rubia teacher de inglés en el curso, que era toda una verdadera elfa. Aquí abajo una foto suya con David en primer plano. Ese día hicimos las típicas hamburguesas kiwis.


 
Finalmente, el 7 de marzo empezaron mis prácticas en Naenae Primary School. Es un colegio público donde la mayor parte de la gente es maori o samoana. Hay muy pocos niños y profesores, lo que le da un toque de familiaridad. Mi tutora se llama Rebecca Perkins. Es rubia, blanquita y pecosa, es diligente, amable, respetuosa… Me deja hacer muchas cosas, por eso me gusta. Lo único es que tiene un acento neozelandés muy marcado, y me cuesta bastante entenderla, pero a base de repetir y con el tiempo voy mejorando mi inglés. Pronuncian las palabras de diferente manera a como yo las he aprendido y a veces tengo que imaginarme lo que están diciendo. Pensé que teniendo en cuanto lo que me costaba entender a los adultos, con los niños sería peor, pero no ha resultado así. La Primaria aquí empieza cuando los niños cumplen los 5 años, y mi clase es el primer curso. El año pasado también di a 1º, pero en Inglaterra tenían 6 y 7 años, aquí todos tienen 5, e incluso algunos acaban de cumplirlos en enero o febrero. Es decir que hay una mezcla de niveles y de edades, lo que se nota bastante a la hora de explicarles algo. Por eso la enseñanza es más individualizada. En una misma clase puede haber varios niveles, algunos están mucho más avanzados, y otros apenas saben escribir su nombre y reconocer los números hasta el 3.

Mi clase tiene 18 niños. Hay más chicos que chicas, y sólo dos son completamente caucásicos. Hay uno que es rubio y de ojos azules, Nathaneel, y no parece ser de origen samoano, pero sus abuelos paternos lo son. Hay unas mezclas de lo más inusuales. Los niños pueden tener sangre maori y ser más rubios y blancos que un caucásico. Cuando llegué se portaban muy bien, pero a medida que ha pasado el tiempo y han cogido confianza se van rebelando, aunque tampoco demasiado. Son pequeños y aún lloran cuando les regañas, o tienen pataletas cuando quieren algo que no les das. Se tiran pedos, se comen los mocos, no se saben limpiar el culito y a menudo huelen mal. Están sucios desde por la mañana, pero eso se debe a que los padres no les cambian o bañan todos los días. Son padres jóvenes que reciben ayuda del Estado cada vez que tienen un hijo y mensualmente se les da una cantidad de dinero hasta que sus hijos cumples seis o siete años. Eso hace que las familias tengan muchos más hijos de los que pueden criar, y no todos continúan estudiando después de la Enseñanza Obligatoria. Una pena, pero así es. El colegio les presta los bañadores cuando van a la piscina, porque ellos no pueden comprarla. La fruta es gratis, también pagada por el Gobierno, y una vez cada cierto tiempo les regalan ropa.

En el colegio también tienen una clase de niños con Special Needs. Cuando me lo contaron pensé que se referían a una clase de apoyo, pero en realidad es una clase con niños discapacitados, y de cada uno de ellos se encarga una profesora de Educación Especial. Fue bastante asombroso ver cómo mezclan a todos los niños juntos al menos una o dos veces por semana, para que los que están bien se junten con los disabled, y se habitúen a ellos. Por supuesto, también hay otra clase donde van los niños con problemas de aprendizaje. Yo no he ido a esa clase, pero en la mía hay dos niños con hiperactividad, uno de ellos se está medicando, y otros dos tienen un problema de pronunciación. Uno es Daniel que es colombiano y aún no habla ni entiende bien inglés. Mi tutora me explicó que me pusieron en su clase porque no podía comunicarse con sus padres, ya que sólo saben hablar en español, y era bastante difícil para ella que Daniel entendiera lo que le mandaba. El niño, además, necesita que le operen de la nariz, y por eso ni yo misma entiendo lo que quiere decir a veces.

Tengo más cosas que contar pero no alargaré más este capítulo.
Un saludo a todos en España. ¡Echo de menos el jamón serrano con tomate y aceite de oliva!

miércoles, 16 de marzo de 2011

Capítulo 1: ¡¡¡Desde Nueva Zelanda!!!

¡¡¡¡¡Holaaaaaa!!!!!

Tenía pensado escribir un poco desde el momento de mi llegada a este lejano país, pero entre unas cosas y otras no me ha dado tiempo. Así que resumiré un poco mis tres primeras semanas aquí.

Después del agotador viaje (cerca de dos días) sin poder ducharnos, comiendo la comida basura del avión... Por fin, llegamos a Wellington. Llegamos más tarde de lo que que se suponía, y nuestras familias habían estado esperando en el aeropuerto unas dos horas. El día era caluroso y húmedo, porque era verano y Wellington está al lado del mar. Pero mi casa está en Lower Hutt, como las de la mayoría de los que viajan conmigo. Lower Hutt está más cerca de la montaña. Es una zona donde viven muchas razas diferentes: maoris, samoanos, asiáticos, caucásicos... E infinitas mezclas entre todos. Dicen que es un lugar conflictivo, aunque no se compara a lo que llamamos conflictivo en España. La mayoría de la gente va tatuada, y da la impresión de que están en bandas por como van vestidos, pero a mí no me parecen peligrosos, es acostumbrarse.
Mi familia es filipina. La madre se llama Mercedes (aquí la llaman Mercy), y sus hijos, María de once años y Matthew de siete. Aunque son filipinos no hablan español, sólo tagalo e inglés. Mercy está divorciada, pero en la casa nos esperaba su novio actual, Joel, que también es filipino y vive con ellos. Si no fuera por la comida (como arroz a diario en el lunch y en la cena) mi homestay sería bastante bueno. Lo de acompañar el arroz con cada cosa que hacen me mata...
Lo primero que hice al llegar fue ducharme (ya apestaba) y después me quedé dormida hasta el día siguiente (a causa del jet lag). Dormí casi 14 horas seguidas. Apenas había dormido en el avión, porque era incómodo y no teníamos espacio.
Hasta que me levanté y me desperté bien, no comprobé dónde se encontraba la casa, cómo era, y todo lo que me rodeaba. Mi barrio se llama Naenae. Es un barrio de las afueras, residencial. Hay que coger coche para todo, o sino el autobús. Cada viaje en bus cuesta 3,50 dólares, lo que aproximadamente será 1,30 euros, más o menos. Es decir que el transporte está más caro que en España. Sin contar que dejan de pasar buses sobre las 9:30. Por eso, para volver a casa por la noche si hemos salido, obligatoriamente tenemos que coger taxi o andar cerca de una hora. Los mejores sitios para salir están en Wellington, y los fines de semana cogemos un bus que nos deja allí en media hora. El bus cuesta 4 dólares u 8, depende de cuál cojas. También se puede ir en tren, lo que cuesta 5 o 6 dólares. Si quieres coger un búho para volver a Lower Hutt se sube a 10 dólares, pero no te deja en Naenae, por eso tengo que coger el taxi, que normalmente son 20 dólares... Para resumir, nos estamos dejando una pasta en transporte.

Llegamos un sábado y el lunes empezaba nuestro curso de inglés de 2 semanas en el Wellington Bussiness. Ellos se han encargado de elegir a nuestros homestay y de asignarnos en los colegios. Aquí se reunen muchas nacionalidades distintas, y todos están haciendo cursos de inglés. Aprendí mucho esas dos semanas, y me hubiera gustado que el curso de inglés durase más. Mi profesora era una kiwi llamada Rinnie, que parecía una elfa de pies a cabeza, de hecho ha sido escogida para serlo en la nueva película El Hobbit, que al igual que El Señor de los anillos, se está rodando en Nueva Zelanda.
Aquí os dejo una foto nuestra en el comedor del Wellington Bussiness donde sólo podíamos hablar inglés, supuestamente, porque los españoles nos lo saltábamos siempre que no nos miraban.

Estamos casi todos los españoles que hemos venido a Nueva Zelanda y una japonesa, Yuka.

Os dejo que me voy a cenar a las 5:30 de la tarde. No, no es coña. Aquí cenan a la hora de la merienda, y se acuestan como muy tarde a las 10.
¡¡Nos vemos en el próximo episodio de mi viaje!!

martes, 1 de marzo de 2011

Love letters

Carta a mi profesora (3º de Primaria) (incluidas faltas de ortografía)

Querida señorita María:

E decidido escrivirla una carta, porque creo que deberiamos casarnos dentro de unos años, cuando mi madre me deje. Me gusta mucho señorita, es mas guapa q las demas niñas y es muy buena conmigo, lo q me ace pensar q yo tambien le gusto a usted.
A mi amigo Lucas tambien le gusta, pero creo q yo tengo mas posibilidades. de todas formas si no se decide entre los dos, emos pensado en acer un campeonato de pokemon con la DS, y kien gane se casara con usted.
no se preocupe por el dinero, porque mi padre tiene dos coches y me va a dejar uno cuando crezca un poco mas.
su leal servidor Víctor.
posdata: lo de leal serbidor se lo he preguntado a mi madre, y dice q eso se pone en las cartas de amor.


Carta para alguien de nuestra edad

Hola Emma:

Sé que esto no es muy usal estos días, pero tenía ganas de escribirte una carta. Además, una vez me contaste que te gustaría que algún chico te escribiera una carta como las de antes, así que aquí me tienes.
Hay veces que no puedo expresarme bien cuando te veo frente a mí, me gustaría poder decirte lo que siento, pero me avergüenza, por eso me resulta más fácil decírtelo por carta. Allá voy:

Llevamos tres meses saliendo, y aunque no te lo diga, son los mejores tres meses de mi vida. Ahora mismo siento que te he estado esperando desde hace mucho tiempo. De hecho, no me explico cómo he pasado veinte años sin conocerte, se me hace difícil de creer. No creo que pueda olvidarme de la primera vez que te vi, cuando tu novio en ese momento, nos presentó. Algunas veces hemos comentado la sensación que tuvimos al hablar, como si estuviéramos conectados de alguna manera, como si puediésemos saber lo que el otro piensa o quiere decir con una mirada. Fue fácil pasarnos la noche charlando mientras tu novio se dedicaba a beber copa tras copa y a hacer el loco por ahí. Aún hoy se lo agradezco. Desde ese instante, gradual, pero intensamente, te has ido acomodando en mi pecho sin deseo de salir.

Quiero darte las gracias por hacerme feliz. Sólo espero que yo también sea capaz de hacerlo por ti.
Te quiero... Quizá no lo diga a menudo, pero nunca lo dudes.

Samuel.


Carta para alguien con cuarenta

A mi querida Sofía:

Quien hubiese pensado que me aceptarías entonces. Te esperaba con un ramo de flores empapado y sin paragüas aquel 9 de mayo del 83. Te estuve esperando cerca de una hora, ¿te acuerdas? Pensaba que me habías dado plantón. Pero entonces apareciste, y me tapaste con tu paragüas. Tus palabras exactas fueron: "Te debo gustar mucho para haberme esperado una hora sin moverte, por más lluvia que cayese." Y mi contestación tartamuda, no sé si por los nervios o el frío que tenía: "S... Sí..." Te acercaste más a mí, y me besaste. "Esto no quiere decir que me gustes, ¿eh? Es sólo que me apetecía hacerlo." No creo que pueda olvidarlo. ¿Cuánto tiempo seguiste haciéndote la dura? Siempre me tenías en vilo, incluso después de llevar un año saliendo, seguía pensando que en cualquier momento podía "apetecerte" irte con otro.

¿Quién diría que aguantaríamos tanto tiempo juntos? Que nos casaríamos, que tendríamos hijos. Quién hubiese dicho que la hippie Sofía, la que soñaba con el amor libre, la que pensaba en irse a vivir a Ibiza, me elegiría para ser el compañero de su vida. Me siento afortunado por haber ganado la batalla a todos tus otros sueños.

Gracias por seguir a mi lado estos veinte años. Gracias por darme una familia a la que amar.
Te quiero, mi amor.